Mis personajes favoritos (Nº 230).
La escuelina particular de Pilar Montalbán estaba al lado de la capilla de San Roque. Aquella maestra, que en los años 20 y 30 había dado pruebas de un gran talento como actriz de teatro, era buena pedagoga y buena gente, pero tenía siempre a mano una vara de cohete, por si las moscas. “¡Como hagas que me levante, Amalina, prepárate! ¡En un momento te borro del nombre la primera a y te quedas en ‘Malina’ a secas!”, advertía la maestra a una cría algo traviesa, según recordaba María del Rosario Conde Fernández (Maruja), alumna entonces del mismo curso.
Maruja era hija del peluquero Pedro Conde Piñera, que murió en 1988, y de Charo Fernández Sánchez. Nació en La Moría en 1950 y tiene un hermano, Pedro. Los abuelos paternos eran Pedro Conde, “el Patón”, llanisco de la villa y empleado en el surtidor de gasolina que tenía Vicente Cotera en las Barqueras, y Rosa Piñera, de Purón. Tenían cinco hijos: Pedro, Enrique (dependiente de Almacenes Covadonga), Cote (guardia municipal y más tarde ordenanza del Ayuntamiento), María Antonia y Eusebio. (Los dos últimos morirían en México).
Charo Fernández, de raigambre pancarina, había regentado una carnicería en el Cotiellu (la misma que tendría después durante décadas Benigno Ruisánchez). Pedro Conde había aprendido el oficio junto a Miguel Ángel Fernández Alea, Mecu, que había tenido su peluquería primero enfrente de la plaza (donde está el negocio de los hijos de Paco Rozas), y después en la acera de enfrente, entre la farmacia Buj y la confitería Vega.
Con sus batas blancas, envueltos en la fragancia cosmopolita de Varón Dandy, Mecu y Pedro formaban un dúo que parecía sacado de una película de Vittorio de Sica. Solían asomarse a la puerta cuando no tenían clientes y observaban el animado flujo de la calle Mercaderes, donde también abría su tienda de cachivaches Manolo el Marigordu. El padre de Marujina tenía un aire a lo Victor Mature y muchos domingos cogía la bici o el tren para ir a cortar el pelo a los parroquianos de pueblos y aldeas. También lo hacía a domicilio en la propia villa, cuando se trataba de dar servicio a los enfermos. Tras la jubilación de los legendarios barberos, Maruja puso en el mismo local, durante un breve tiempo, un comercio de ropa para niños.
Honesta y trabajadora como ella sola, valiente y luchadora, Maruja había empezado a ganarse el pan con el sudor de su frente nada más salir de la escuela de Montalbán: entró a trabajar en “May”, el acreditado comercio de Pancho Mier y Lili Noriega, y llevaba al colegio de la Divina Pastora a las dos hijas de los dueños, Maite y Mali; fregó pisos y escaleras de la villa y fue dependienta de la mercería El Carmen. Aquellos años de juventud transcurrieron en un Llanes paradisiaco y tranquilo (tan distinto a lo que tenemos hoy), en el que los autocares de Mento nos trasladaban alegremente a las romerías del concejo. Ella se vistió muchos años de aldeana, y hasta llegó a confeccionarse por sí misma, con ayuda de su madre y aprovechando las enseñanzas de Coqui, la catequista, un traje precioso que no llegó a estrenar, porque en seguida se lo compraron.
Con especial cariño recordamos muchos su etapa de dependienta de la mercería El Carmen, en la Calle Mayor. Al lado estaba la tienda de comestibles y ultramarinos La Pilarica, de Pilar Pérez Bernot, donde Maruja encargaba un bocadillo de embutido, en la tregua matinal de su trabajo. La nieta de Pedro “el Patón” se casó y tuvo dos hijos (Ángel y Cristina Ruisánchez Conde), y no dejaría de acercarse a menudo a ver a Pilar. Le hacía recados y disfrutaba de su compañía. Sentía por ella un cariño filial y le gustaba disfrutar de la serena bondad que se respiraba en aquel bendito lugar.
La última morada de Marujina sería la residencia del ERA. Se la veía salir a la calle Nemesio Sobrino bien temprano, en cuanto tomaba el desayuno, para repasar en soledad las huellas de su infancia y de su juventud.
Solitaria, andarina, sufriente y cariñosa mujer, representativa del mejor Llanes.
Falleció el 3 de septiembre de 2023.
(La fotografía está tomada en la cafetería Rocamar).
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