domingo, 26 de marzo de 2023

CARMEN ACEREDA SÁNCHEZ: UNA COCINERA COMO LAS DE ANTES

Mis personajes favoritos (Nº 318).

Carmen nació en Carriazo (Ribamontán al Mar, Cantabria) en 1957, pero lleva viviendo en el concejo de Llanes desde muy cría. Hija de José Acereda y de Consuelo Sánchez, que se dedicaban a la labranza, tiene una hermana mayor que ella, María Pilar.
La familia se estableció en primero en Santiuste en 1959, y dos años después, en el barrio de El Ganciosu, en La Borbolla.
Fue a la escuela hasta los trece años, y a partir de esa edad la vida no le dio más opción que trabajar y madurar. Hacerse mujer y madre y esposa antes de tiempo, cuando aún le hubiera tocado jugar al escondite.
Su primer trabajo fue de ayudante de cocina en el Hostal Peñablanca, que abría solo durante el verano. Allí trabajó cuatro temporadas, de 1970 a 1973, y estuvo muy contenta siempre por el trato de los dueños, Aniceto y Mercedes. Uno de aquellos años, de octubre a junio, trabajó también en casa del notario ovetense José Herrero González-Solar, recomendada por Mercedes Cotera. En ese tiempo vivió con la familia del notario y cuidaba de sus hijas.
Se casó a los quince años con Vicente Bernabé Segura Martínez, camarero mítico del Café Pinín, que entonces tenía veintinueve. La boda fue en la capilla de la Magdalena. Tuvieron dos vástagos: Fernando y Javier (éste, casado y residente en Bilbao, tiene una hija, Leyre).
Tras la etapa en el Peñablanca, se ganó la vida alquilando camas en su casa de Pancar, donde vivían, cultivando la huerta y limpiando pisos.
A continuación, y después de aquello, Carmen inició una brillante carrera de cocinera en acreditados sitios: Hotel Las Brisas (tres años), Hotel Miraolas (trece años), Sidrería El Cuera (dos veranos), La Chopera en Cardoso (a las órdenes de Roberto Gutiérrez, con el que había coincidido en el Miraolas), la Xagarda y, actualmente, el restaurante Jota Jota, en la calle Mayor (donde ya lleva doce años). El amplio repertorio de la cocina tradicional de verdad, esa que hoy escasea tanto, es lo suyo. Su vocación. Todos los platos se le dan bien y los prepara con un cariño y una profesionalidad que ponen muy alto el pabellón de la gastronomía llanisca.
En diciembre le llegará la merecida jubilación.



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