miércoles, 1 de febrero de 2023

LUIS ROMANO VEGA, LUISÍN EL DE POO

Mis personajes favoritos (Nº 315).

En aquel Llanes entrañable y diminuto, en el que abrían sus puertas dos teatros (el Benavente y el Cinemar), la vida transcurría serena y plácidamente. Casi a cámara lenta. Por la calle principal (una arteria que atravesaba la villa de este a oeste y que era la suma de la avenida de la Concepción, la calle Pidal, la calle Mercaderes, la calle del Castillo, la calle Nemesio Sobrino, la calle Egidio Gavito y la avenida de la Paz) apenas había tráfico rodado: si acaso, el silencioso pedalear de Ángel Arriarán en su bicicleta; algún taxi, el camión de Gurtubay, la línea de Mento y el carro de Cecilio Merodio Fernández para el reparto de leche, tirado por un burrín.
Merodio, hijo de Moncho Merodio, el cartero de Poo, llevaba de ayundante a Luis Romano Vega, Luisín. Eran dos figuras habituales en el paisaje urbano de Llanes. Uno muy alto (Cecilio), y el otro más bien bajo. De la que íbamos a la escuela los veíamos en su rutina, saludando a la gente con la que se cruzaban y entrando en la confitería Noga. La leche que les quedaba la vendían a la SADI.
Aunque había nacido en Puebla (México), Luisín era de familia poíca de pura cepa. Le habían traído a Poo con tres o cuatro años de edad. Tenía algún grado de parentesco con Carmen Romano, esposa del que fuera presidente de México entre 1976 y 1982, José López Portillo, que llegó a visitar Llanes y Poo cuando era la primera dama en su país. Luisín fue su mejor cicerone en aquella ocasión.
Amable, risueño y servicial, prototipo de paisano bueno donde los haya, Luisín pasó los últimos años de su vida en el asilo (Residencia Faustino Sobrino). Salía a recados para las benditas monjinas (que tanto se echan de menos) y disfrutaba como un verderón en los conciertos de la orquestina de Niti Colsa, Vallina y Cosmín y en las funciones de teatro costumbrista, que organizaba allí la Casa de Cultura. Falleció en el tránsito del siglo XX al siglo XXI.


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