Mis personajes favoritos (Nº 288).
A Bartolomé Gómez Junco (Llanes, 1937) siempre le hemos llamado Tomé. Era hijo de Cruz Junco, entrañable llanisca, que tenía un establecimiento de venta de lotería, periódicos y revistas en la calle Egidio Gavito, frente al Paseo.
Tomé había sido militar del Ejército del Aire. Se formó en la Academia General de San Javier (Murcia). Pertenecía a la promoción de 1960. Aviador destacado, ostentó durante muchos años el récord de España de altura en planeador.
Luego, fue piloto de la aviación comercial, y más tarde estableció su residencia en México, dedicado ya al mundo de la empresa y de los negocios.
Llanisco a más no poder, y de la Guía, era un hombre culto, gran conversador, ávido lector, irónico y muy ingenioso. "Los sueños no se cumplen, se roncan", decía, con la sorna de alguien que había vivido lo suyo.
Hacía mucho que no nos veíamos, pero nos apreciábamos. Nuestras familias respectivas estuvieron estrechamente unidas toda la vida. Con él compartí anhelos y emociones: la política como espectáculo y como drama, la Historia, Benito Pérez Galdós, la vida, las mujeres, el Sporting de Gijón, la aviación, Llanes, siempre Llanes, el pasado llanisco... Era una gozada intercambiar ideas con él, escucharle y aprovechar su caudaloso magisterio.
Una vez me llevó en coche a Madrid desde Llanes, a finales de agosto. Él iba a coger el avión con destino a México, y yo, a reincorporarme al trabajo. Como colegiales que volvían al internado después de las vacaciones estivales, tuvimos ocasión de conocernos mejor. Fue un viaje sin prisas, a través de la provincia de Palencia, en la ruta eterna del románico. Nos detuvimos a charlar con almas sencillas de la Tierra de Campos y supimos saborear, los dos, la grandeza y la serenidad del paisaje castellano.
Todo esto, en aluvión, me viene a la cabeza ahora, al enterarme de que Tomé ha muerto. El fallecimiento fue en febrero de 2021 en Ciudad de México. Tenía ochenta y tres años.
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