miércoles, 10 de febrero de 2021

RAMONA BABIO GUTIÉRREZ, EN MEDIO DEL GRAN SILENCIO

 

Mis personajes favoritos (Nº 280).

A Ramona (Llanes, 1941) nunca le faltó el trabajo. Es una mujer cumplidora y de absoluta confianza, igual que lo fue su difunta madre, Amalia Babio Gutiérrez.
Amalia había nacido en 1903 en San Vicente de la Barquera. Era la última de los seis hijos de Ramona Gutiérrez, quien, tras enviudar, y una vez que sus hijos mayores se iban abriendo paso en la vida, decidió venir desde San Vicente a Llanes en 1906.
Se establecieron en una casa de piedra, con puerta en arco y aspecto medieval, del barrio de las Barqueras, al servicio de una señora, viuda también, cuyos hijos estaban en México. La señora estaba encantada con el trabajo de su sirvienta, que cuidaba de ella con toda fidelidad y eficacia. Llegó a decirle a Ramona que le regalaría aquella casa cuando ella se muriese, y lo cumplió. En aquella casa nacería la hija de Amalia.
Llegaron después malos tiempos, cuando ya estaban solas frente al mundo la madre y la hija. Era fácil maniobrar contra Amalia, que no sabía leer ni escribir, sólo trabajar con una resignación bíblica, y les acabaron quitando la casa.
Pasaron lo suyo, pero salieron del atolladero gracias a una hermana de Amalia, Aurelia Babio, residente en Las Arenas (Guecho), que les buscó un modesto piso en El Cuetu. Luego, cogerían una buhardilla al lado de la capilla de San Roque.
Amalia trabajaba por las casas, fregando todo el día suelos y escaleras, con lo que su única hija tenía que quedarse solina. Al final, por mediación de alguien, metieron a Ramona en el Colegio Quinta Guadalupe, en Colombres (actual Archivo de Indianos), que dependía de la Sección Femenina. La cría tenía diez años, y cuando cumplió los quince, las jefas del colegio la pusieron a trabajar como empleada de hogar en el propio colegio, asegurada y con derecho a vacaciones. Ganaba 500 pesetas al mes, de las cuales mandaba a Amalia una buena parte. Pero lo que quería era estar con su madre, así que en 1962, al cumplir los veintiún años, Ramona renunció a aquel trabajo.
Se casaría en 1975 con Ramón Gutiérrez Alonso, un primo segundo suyo nacido en Llanes y criado en San Sebastián. De aquélla, ella llevaba catorce años como asistenta en la confitería Vega, pero marcharon a la capital donostiarra porque él trabajaba en una empresa de Pasajes. Cuando perdió el empleo, Ramón, que era marinero, se echó a la mar, al bacalao, enrolado en embarcaciones que faenaban por Terranova (Canadá).
Al cabo de cinco años, la pareja vino a Llanes. El marido cayó enfermo, y la madre, también. En 1985, a Amalia tuvieron que ingresarla en el Hospital Municipal, donde las monjas, en la carretera de Pancar, y allí fallecería veinte días después. Tenía ochenta y dos años.
Ramona y Ramón decidieron entonces probar fortuna en Madrid, pero en vano. Volvieron a Llanes, y fue cuando Ramón, que seguía delicado, consiguió empleo en el Ayuntamiento, en el camión de la basura junto a Juan Junco, “el Chaparru”, hasta que se jubiló por enfermedad.
Se mudaron, primero a La Portilla, y más tarde a un piso en la calle Marqués de Argüelles, al lado del Bar Salero. Allí moriría Ramón, en 1993, a los cincuenta y cinco años.
Estuvieron casados dieciocho años. Sin hijos.
Ramona ha llevado siempre una vida limpia, discreta y ordenada, marcada más por las penas que por las alegrías. Fuerte en su aparente debilidad y muy bien considerada en todas las tareas que desempeñó como empleada de hogar por horas, en Llanes, en San Sebastián y en Madrid. No ha parado.
Es de la Guía, y recordamos haberla visto muchos años como penitente en la procesión nocturna del 7 de septiembre, cobijada bajo una bata blanca con capucha y con una vela en la mano, acompañando y rezando a la Virgen en medio del gran silencio.

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