miércoles, 10 de febrero de 2021

JOSÉ LUIS PÉREZ GONZÁLEZ, LA JUVENTUD DE LA GRAN AVENTURA

 

Mis personajes favoritos (Nº 278).

“Pérez”, como le hemos llamado siempre, nació en 1952 en Panes, tierra de su familia materna. Es hijo único de Luis Pérez Ruiz, de Villanueva de Colombres, guardia civil y, posteriormente, bedel en la Escuela de Maestría de Llanes, fallecido en 1996, y de Luisa González Fernández, de Panes, fallecida en 2019 en la Residencia Faustino Sobrino. El padre, que era hermano de Pepe, el marido de Carmina Ampudia Vega (los dueños de la confitería Vega) había estado destinado en Noreña y en comandancias del oriente asturiano. En Panes conoció a Luisa.
Se establecieron en Llanes en 1961. En el Cuetu, al llegar, y luego en la nueva Casa-Cuartel de la Benemérita, recién inaugurada entonces en la zona de la Galea, y hoy ya desaparecida.
En el cuartel tenían unas vistas magníficas, y por la mañana, muy temprano, desde él se oía el murmullo de los críos de Cue, que marchaban camino de la escuela. “No te me duermas, José Luis, que ya se les oye ir para allá a los tus compañeros”, le avisaba su madre en el desayuno.
El rapaz pasó después a La Arquera, y luego al Instituto. Participó en la asociación mixta “Juventud de la Gran Aventura”, nacida por aquellos años bajo la dirección de Pili Martínez y con sede en el edificio de Acción Católica, donde está la Escuela Municipal de Música desde hace más de veinte años. Fueron tiempos muy guapos. Los de la JGA teníamos nuestro carnet, pagábamos una pequeña cuota mensual y disfrutábamos como verderones. Organizábamos guateques (a escondidas de don Gil, el párroco) y bailábamos con las chavalas de la calle Mayor y de la Moría al ritmo de la música que ponían en Radio Cantabria Federico Llata Carrera y Antonio Carreró (en aquellos inolvidables programas de dedicatorias como “La Caravana de la Alegría”). “Saludamos a la entusiasta Juventud de la Gran Aventura de Llanes”, decía Llata desde su cabina de Santander, mientras José Luis, junto con Miguel Ángel Peña y los hermanos Víctor y Julián Cembreros, habilitaba un pequeño gimnasio con pesas y un saco de boxeo.
Formó parte del primer grupo de alumnos que estudió el COU (Curso de Orientación Universitaria que vino a sustituir el PREU, con el que se culminaba el Bachillerato Superior). La ilusión de su vida era estudiar la carrera de Educación Física. En Madrid, se presentó al examen de ingreso en el INEF, pero suspendió, por culpa del Francés, y optó por matricularse en la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB en Oviedo para hacer Magisterio. Cuando terminó esos estudios, marchó al servicio militar, al campamento de instrucción en Almería, donde coincidió con Francisco de la Granda Soto, y luego a Melilla, donde compartió destino con dos de la villa: Luis Llorente y Tinín Rivero, en 1976. Era un tiempo de tensiones para la diplomacia, en plenos efectos de aquella “Marcha Verde” urdida en el Sahara por Marruecos.
Hizo las oposiciones a maestro de EGB en San Sebastián, pero no las aprobó. Le salió entonces, gracias a Manuel Marino, la oportunidad de trabajar en una empresa vinculada a la Central Nuclear de Cofrentes (Valencia). No la dejó escapar, y fijó su domicilio en la cercana localidad de Almansa (Albacete), donde conocería a la moza, nativa de allí, que habría de convertirse en su esposa: Carmela Ruano, enfermera de profesión. Se casaron en 1984 y tienen dos hijos adoptivos: Jesús, de Asturias, y Aurora, castellano-manchega.
José Luis pasaría más tarde a la Central Nuclear de Trillo (Guadalajara), siempre en tareas de montaje industrial, hasta que decidió cambiar de aires. Bimbo había puesto en marcha una flamante fábrica en Almansa, y él consiguió incorporarse a ella. Allí se prejubilaría, a los 59 años, como jefe del departamento de Logística.
Buen hijo. Buen marido. Buen padre. Buen amigo. La vida le ha llevado y traído a José Luis por muchos sitios, pero la vinculación con Llanes es sagrada para él. No la ha perdido ni la perderá nunca.

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