lunes, 18 de enero de 2021

LUIS DE LA FUENTE LLANO, UNO DE PENDUELES

Mis personajes favoritos (Nº 277).

Eran dos hermanos: David Felipe y Luis, y se llevaban ocho años. David, que estaba soltero, falleció el pasado noviembre en la Residencia Sierra del Cuera, en Posada. No murió a causa del virus chino. Estaba delicado desde hacía trece años, cuando sufrió un ictus.
Los padres (Ángel de la Fuente Bautista, de Pendueles, y Josefa Llano Dosal, de Camijanes, Cantabria) eran labradores. Ella, Pepita, había venido de joven a trabajar de “portillera”, como encargada del paso a nivel con barreras de Puertas de Vidiago. Allí conocería a Ángel de la Fuente.
Luis nació en 1959. Tan noble y trabajador como su hermano, fue a la escuela de Pendueles sólo el tiempo imprescindible, para aprender las primeras letras, primero con un maestro más bien regular, y luego con una maestra muy buena. En el recreo, él y los demás críos, cuando disponían de alguna perra, iban pitando al bar-tienda “Casa Petra” (que hoy es el bar de Pepín, donde la estación del ferrocarril) a comprar chicle, y volvían a clase corriendo.
En seguida empezaría Luis a trabajar en las cosas de casa, ayudando a sus padres. Y después, en Llanes, en la construcción. En 1980, hizo la mili en Fuerteventura, como caballero legionario. Estuvo en la Legión dos años.
De vuelta a la vida civil, buscó empleo de nuevo en la construcción, porque ya estaba algo cansado de andar a la hierba, de sembrar maíz con el caballo y de recoger panojas, tareas habituales que hacía con su padre. Trabajó para la empresa de Toni Valle, por Oviedo y por otros sitios.
Su madre, Pepita, murió en casa, de un accidente, hace de esto unos veintiocho años. Estaba en la cuadra, y se disponía a subir al pajar, pero, de pronto, cuando ya había ascendido una parte de la escala de madera, perdió el equilibrio y cayó de espaldas. Se desnucó contra el carro del caballo. Su marido fallecería unos años después.
Luis tiene bien grabados los episodios que vivió de crío en la tienda “La Pilarica”, de Pilar Pérez Bernot, en la calle Mayor de la villa. Sus padres vendían leche (primero a la Nestlé y luego a la CLESA, de Unquera). La venía a buscar todos los días un camión. El camionero recogía las lecheras, de cuarenta litros y con tapa, y anotaba el número que traía apuntado cada bidón. Les pagaban a últimos de mes.
Cuando cobraba la leche, Pepita bajaba a la villa, y entraba siempre a comprar en La Pilarica. Azúcar, achicoria, garbanzos… Si ya no le quedaba dinero suficiente, o le faltaba algo para abonar la cuenta, Pilarina la fiaba. Las dos damas se apreciaban. Tenían mucho en común. La misma mirada limpia y bondadosa asomaba en los ojos de ambas. Había armonía, mutua comprensión y naturalidad entre ellas. “No te preocupes. Ya lo pagarás cuando puedas”, decía Pilarina. Luis recuerda todo esto con cariño. Es muy sentimental.
Echó novia formal (como se decía entonces) en Llanes: Ana María Sobero Jiménez, y se casaron en la Basílica de Santa María, en 1983. No tienen hijos. Ella trabaja en hostelería. Él lo sigue haciendo en el sector de la construcción, como autónomo desde hace ya unos cuantos años. Fiel a la ilusión, al trabajo bien hecho y a la leche que mamó.

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