domingo, 19 de julio de 2020

CARLOS SARAS GONZÁLEZ, DE LOS DE "LA BOLERA"


Mis personajes favoritos (Nº 234).
Carlos Saras González (Llanes, 1937), hijo de Carlos Saras Iglesias y de Modesta González Fernández, pertenece a la familia de “los de La Bolera”. Tiene dos hermanas, Mercedes y Menchu. El güelu paterno, Isaac Saras, era un marinero de Ondárroa (Vizcaya) que llegó a Llanes, se casó aquí y se quedó para siempre.
Es la rama familiar de la madre la que va unida al negocio de “La Bolera”. El bar de la calle San Agustín, que tenía en la parte de atrás una bolera cubierta magnífica, en la que se proyectaban películas mudas y se daban mítines políticos, lo habían cogido en traspaso en 1917 los abuelos maternos de Carlos: Jesús González Pérez, natural de Collera, y su mujer, Covadonga Fernández Rodrigo, de Pría. Covadonga era hija de Mercedes Rodrigo Sierra, que había regentado una pensión en la Plaza, en un primer piso encima de lo que hoy es la sidrería “Cuera”. Mercedes, buena cocinera, guapa, chiquitina, con el pelo recogido en un moño y siempre vestida de luto, había quedado viuda muy joven con dos hijos: la citada Covadonga y Ramón (el padre de Ramón, el taxista).
En “La Bolera”, Jesús, que fallecería en 1956, y Covadonga tenían fama por la especialidad de los platos de caza. Todos los cazadores paraban allí. El matrimonio tenía siete hijos: Mercedes, Modesta, Covadonga (a la que todos llamaban Maruja), Esther, Jesús, José Antonio y Marisa. A Mercedes y Maruja las vimos toda la vida despachando detrás de la barra. Por allí desfilaban los limpiabotas más célebres de la época, como “China” y “Mugarra”, mientras los clientes chateaban con vino blanco de solera de Nava y Rueda.
Era también hospedaje, y allí paró, hace de esto muchos años, Nicasio Cuende, el padre de Lola Cuende, que procedía de Santander.
En la vecindad de la calle San Agustín estaban Angelina y Pilar, las de la pensión “Imperio”, al lado de la capilla de San Roque; tres hermanos de La Galguera, a los que llamaban “los Platillos Volantes”, porque eran muy chaparretos y gastaban boinas de un diámetro considerable, y que poseían un pequeño comercio; Manuela, la de Borbón, que hacía bollas muy ricas y venía la gente a compráselas; Nicasio, el fontanero (de la familia de “los Pitos”), en una casa en la que viviría después Isa, la peluquera; María Pérez Bernot, la de la mercería “Empe”; y Cucú, en una tiendina que daba ya a la plazoleta del Casino.
A Carlos, que trabajó en el Banco de Santander (destinado, primero, en la sucursal de La Felguera, y luego en Llanes), siempre se le dio bien jugar al fútbol. Siendo yo un crío, y viéndole en un partido del Club Deportivo Llanes en La Encarnación, se cayó aparatosamente frente a mí, en un lance de ataque del equipo local, y sin que nadie le tocase. Desde el suelo, Carlos hizo un admirable ejercicio de autocrítica, que oímos todos los que estábamos por allí: “¡Se cae unu ya de maduru!” Tendría yo unos diez años, y me acuerdo de que en aquel CD Llanes jugaban también Vallejo, el sastre, vecino mío de la calle Mayor, y Víctor, el de Cue.
Mucho tiempo después, tuve ocasión de disputar con Carlos muchos partidos en el arenal de Toró, cuando él todavía daba leciones magistrales con la pelota, junto a Manolo López Pérez (“Montoto”), Toño Batalla (el difunto “Pelolindo”) y Ramón Carrandi (“Tranca”).
Se casó en 1964 en Llanes con Mercedes Martínez Pernía, de Zamora. Del matrimonio salió una familia muy sanrocuda: tres hijas (Nuria, María Eugenia y María Mercedes) y cinco nietos (Celia y Marta, hijas de Nuria, y Antonio, Juan y Mariana, hijos de María Eugenia.

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