Mis personajes favoritos (Nº 159).
La madre de Pepín se murió al nacer él, y faltó pocu pa que metieran al naciatu en la caja con la difunta, pensando que taba muertu también. Jiyu d’ Ángel Blanco Quesada, de Toriello, que desapareció muy prontu d’ aquí, y de Josefa González, Pepín vio la luz en 1933 en La Nogalera (Nueva), en la casa que i-llamaban “del molinu del sacristán”, onde había nacidu la su madre. El güelu maternu, Manuel González Huergo, era’ l sacristán de la parroquia, al mismu tiempu que molineru.
Nacer sin el amparu de la madre y encima con una cojera, presagiaba una vida más dura y con más espinas que la que i-os-esperaba a los demás críos. A los 13 años lu acogieron en l’ asilo de la villa (la residencia Faustino Sobrino), y mientras los rapaces de su edá jugaban en la calle, él, con su pierna disminuida, acompañaba a las monjinas a pedir por las casas de los pueblos. Les daban patatas, jabas, panojas de maíz... , y tóu eso lo recogían los panaderos y los lecheros y lo dejaban en la fábrica de la SADI. Allá iba luego Pepín a recogelo y pa llevalo, en un sacu al hombru, a l’ asilo.
S’ incorporó luego al bar Palacios, a las órdenes de los hermanos Sarita, Juanita, Jesús (el gran pintor llaniscu) y Félix Palacios de la Vega, que eran de Nueva, y pasó allí tres décadas intensas detrás de la barra, en el Llanes tranquilu y glamurosu d’ entonces. Pepín tenía chaquetilla blanca, pajarita negra, muchu remangu y cuatro camareros a su cargu. Fue aquí el primer establecimientu onde s’ instaló un aparatu de televisión, y en la parte d’ atrás había una bolera, en la que se jacían campeonatos de bolu Palma y verbenas, como la del Clavel, del bandu de la Madalena, que mancaban.
Al cerrase el bar, continuó trabajando pa la familia Palacios: Sara, la madre, y las hermanas Sarita y Justina. Vivía en la misma casa que ellas, y cuando murieron, volvió a Nueva, pa ocupase del vieju molinu de su güelu. Hasta que el párroco de la iglesia de San Jorge, don Ángel Obeso Ruenes, i-propuso ser sacristán, cosa que aceptó encantáu. Desempeñó esta tarea durante 11 años, y su domiciliu estaba en la casa rectoral.
Hoy, Pepín está en la residencia La Quintana de Pancar, y todos los domingos lu sacan a pasear los sus sobrinos Vítor Bada Blanco y Dolores Díaz Allende. Buenu, cariñosu y de fiar, é el mismu de siempre. La su vida ocupa varias páginas de la historia llanisca.
Nacer sin el amparu de la madre y encima con una cojera, presagiaba una vida más dura y con más espinas que la que i-os-esperaba a los demás críos. A los 13 años lu acogieron en l’ asilo de la villa (la residencia Faustino Sobrino), y mientras los rapaces de su edá jugaban en la calle, él, con su pierna disminuida, acompañaba a las monjinas a pedir por las casas de los pueblos. Les daban patatas, jabas, panojas de maíz... , y tóu eso lo recogían los panaderos y los lecheros y lo dejaban en la fábrica de la SADI. Allá iba luego Pepín a recogelo y pa llevalo, en un sacu al hombru, a l’ asilo.
S’ incorporó luego al bar Palacios, a las órdenes de los hermanos Sarita, Juanita, Jesús (el gran pintor llaniscu) y Félix Palacios de la Vega, que eran de Nueva, y pasó allí tres décadas intensas detrás de la barra, en el Llanes tranquilu y glamurosu d’ entonces. Pepín tenía chaquetilla blanca, pajarita negra, muchu remangu y cuatro camareros a su cargu. Fue aquí el primer establecimientu onde s’ instaló un aparatu de televisión, y en la parte d’ atrás había una bolera, en la que se jacían campeonatos de bolu Palma y verbenas, como la del Clavel, del bandu de la Madalena, que mancaban.
Al cerrase el bar, continuó trabajando pa la familia Palacios: Sara, la madre, y las hermanas Sarita y Justina. Vivía en la misma casa que ellas, y cuando murieron, volvió a Nueva, pa ocupase del vieju molinu de su güelu. Hasta que el párroco de la iglesia de San Jorge, don Ángel Obeso Ruenes, i-propuso ser sacristán, cosa que aceptó encantáu. Desempeñó esta tarea durante 11 años, y su domiciliu estaba en la casa rectoral.
Hoy, Pepín está en la residencia La Quintana de Pancar, y todos los domingos lu sacan a pasear los sus sobrinos Vítor Bada Blanco y Dolores Díaz Allende. Buenu, cariñosu y de fiar, é el mismu de siempre. La su vida ocupa varias páginas de la historia llanisca.
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