sábado, 16 de abril de 2016

ADELA Y ALBERTO CELORIO SOTO: LA GRANDEZA DEL PEQUEÑU NEGOCIU


Mis personajes favoritos (Nº 160).
Los hermanos Adela (1972) y Alberto (1980) llevan l’ autoserviciu de comestibles de la calle Mayor (l’ antigua tienda de Mino y Beatriz) y viven en una casa muy guapa que está frente a la basílica de Santa María y al láu de la Casa Cultura. Desde la galería de la primera planta, un equipu de la productora francesa Paté Frères filmó en septiembre de 1917 una célebre salida d’ una misa dominical. 
É una casina que lleva siendo testigu de la historia de Llanes lo menos doscientos cincuenta años. A la güela paterna d’ Adela y Alberto, Otilia Teresa Suárez, la veía yo cada día asomada a la galería, saludándome siempre con una serena sonrisa de paisanina buena y auténtica. Otilia era de Balmori, y cuando se desató la Guerra i-requisaron tóu lo que tenía (2 o 3 vacucas, un burru y pocu más). Tuvo que ise a Mestas d’ Ardisana, onde tenía familia.
El su jiyu, Agustín Celorio Teresa, nacidu precisamente en 1936, fue a la tejera por la parte de Burgos y en 1954 emigró a Cuba. Cumplió los 18 años en el barcu que lu llevaba p’ allá. En la isla caribeña trabajó de dependiente en la ferretería d’ un tíu suyu y también en la caña d’ azúcar, e i- tocó aguantar mecha en la dictadura castrista. Cuando quiso regresar, al cabu de 15 años, la madre tuvo que hipotecar la casa y manda-i el dineru p’ al billete d’ avión, que era carísimu.
Agustín marchó luego a Suiza, onde estuvo otros 15 años. Allí conoció a la que sería su esposa, Laura Soto López, natural de Grañón (La Coruña). Ella trabajaba de cocinera pa la Swiss Air en l’ aeropuertu de Ginebra (ciudá natal de los sus jiyos), y él de camareru en la zona de vuelos internacionales.
S’ establecieron en Llanes en 1987 y cogieron en traspasu la tienda de la calle Mayor. Laura falleció en 1989, y Agustín en 2000. Desd’ esi añu regentan el negociu Adela y Alberto. Son los dos un ejemplu de la seriedá, de la cercanía y del buen serviciu que prestan los pequeños comercios, que, por el bien de todos, no deberían desaparecer nunca.

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