sábado, 1 de enero de 2022

DORINA GONZÁLEZ CUESTA, LA DEL MADISON

Mis personajes favoritos (Nº 308).

Los padres de Dorina fueron Antonio González Bueno, de La Franca, e Inés Cuesta Ruiz, de Boquerizu (Ribadedeva). Él había estado veinte años en Cuba, y cuando regresó a España se casó con Inés, que era muy jovencina, y abrió en su localidad natal el restaurante La Parra. El matrimonio, que pasó el resto de su vida en La Franca, tuvo tres hijas: Dorina, nacida en Boquerizu en 1935, Mercedes y Marisa.
El abuelo materno de Dorina, Juan Cuesta, era un conocido carpintero y tallista de Boquerizu. Sumamente hábil en el ejercicio de la talla, hizo por encargo varias imágenes de santos para la iglesia de la localidad cántabra de Camijanes.
Desde sus orígenes, La Parra, en la carretera general Llanes-Torrelavega, fue toda una institución gastronómica. No daban abasto. La madre de Dorina, una cocinera de primerísima categoría, guardaba como oro en paño, siempre limpiándola, una copa de plata que les había entregado el gobernador civil por ser el mejor restaurante de la cornisa asturiana.
Dorina fue a la escuela en La Franca, y después la mandaron interna al Colegio de la Divina Pastora en Unquera, donde estuvo hasta los quince años. Luego marchó a Santander, donde se había establecido su abuela materna, y allí sacó en una academia el título de modista.
Por La Franca iba, de vez en cuando, un rapaz de Llanes, muy bien parecido, llamado Pepe Alvar Iñarra, que iba a comer a casa de su padrino, Ángel Bueno. Pepe y Dorina se conocieron y en seguida se hicieron novios. Se casaron en 1953, en la Capilla de San Andrés de La Franca, y se vinieron a vivir a Llanes. Pepe Alvar, que era un camarero de los que hacen época, trabajaba en el elegante Bar del Muelle, junto al Puente.
En 1962, después de morir el padre de ella, Pepe y Dorina alquilaron a Vicente Guitián un inmueble en la calle Pidal y abrieron en su planta baja la Cafetería Madison. La gente les decía que estaban loco, que cómo se les ocurría poner un negocio así a las afueras de la villa. “Esos van a cerrar mañana”, se comentaba, pero ellos triunfaron desde el principio. Era un local elegante, con exquisito servicio y cuidados detalles. La especialidad: rabas y vermouth con angostura, al estilo New York City.
Lo de las rabas que hacía Dorina tenía su truco (que hoy sólo conocen dos de sus hijos: Inés y Javi).
En un momento dado, en una parte del local Pepe y Dorina abrieron lo que fue la primera discoteca de Llanes del último tercio del siglo XX, anterior a la célebre “Araña Roja”. El día de la inauguración fue a bendecirla el párroco, don Gil Ganzaraín. Bombillas escasas y de colores, rincones en penumbra. Un ambiente sicodélico que pilló desprevenido al oficiante: “¡Dé la luz, señora!”, pedía el enérgico cura a Dorina, y ésta contestaba, junto al hisopo del agua bendita: “¡Está encendida toda, don Gil!”
La discoteca era sólo para mayores de 18 años, y esto se llevaba a rajatabla. Una mozuca embarazada fue a presentar respetuosamente su queja, porque Pepe, que era muy riguroso en todo, no la dejaba entrar al no tener la edad permitida: “Estoy en estado y me voy a casar pronto, Dorina, pero el tu marido no me deja pasar ni a tiros”.
Una temporada, le alquilaron la discoteca a Logio Victorero. Luego ellos hicieron obra y abrieron allí un restaurante, con las mollejas como plato estrella. Dorina siempre cocinó muy bien, casi tan bien como su madre, que fue su gran maestra culinaria. A Pepe Alvar Iñarra ya no le tenemos con nosotros, pero bien que le echamos en falta cada día en Llanes. Dorina y él tuvieron cuatro hijos: Ana, Pepín, Inés y Javi, que está ahora al frente del Madison con su esposa Yoli. Y siete nietos: Natalia y Anina, Ricardo y José Antonio, Chechu y Javier y Jimena. 

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