Mis personajes favoritos (Nº 275).
Alfredo (Llanes, 1956) lleva en el oficio de confitero desde 1978, aunque, al principio, parecía que el destino iba a señalarle un sendero profesional distinto. Después de terminar los estudios en el Instituto, se matriculó en la Universidad de Oviedo, en Empresariales, pero él no era mucho de estudiar. Sólo hizo el primer año de carrera.
Estuvo a punto de salirle, a continuación, un empleo en una oficina bancaria de la villa, pero la mili, a la que marchó voluntario, desbarató esa posibilidad.
Fue destinado a la Residencia de Suboficiales del Milán, en la capital asturiana, y sería allí, precisamente, uniformado de caqui, donde la repostería tomó forma de opción de futuro más clara para él. Por aquellos días de 1977, su hermana Elisa había abierto ya la confitería Ortegal, que se venía a sumar a El Fito, la pastelería que tenían sus padres, pero no eran ellos los que hacían los pasteles, sino que se los servía Genín (el maestro confitero Eugenio Sánchez Menéndez). Cuando éste se jubiló, decidieron abrir, entonces, un obrador en el Cuetu y ponerse manos a la obra.
Alfredo, mientras tanto, que no tenía aún ni remota idea de cómo se elabora un pastel, aprovechó su estancia en el servicio militar para empezar a aprenderlo. De 6 a 10 de la mañana era el tiempo propicio para escaquearse e ir a la confitería Asturias, en la calle Covadonga (con cuyos dueños le puso en contacto Ataúlfo, el director de la oficina de Banesto en Llanes, que era muy amigo de su padre), y allí tomaba buena nota con aplicación de todo lo que hacían.
En 1978, al licenciarse, se incorporó al obrador del Cuetu, y hasta ahora.
Trabajaba con ellos Lolo Darrosa, que luego decidió establecerse por su cuenta y abrir la confitería Loyma en la calle Mayor. La marcha de Lolo hizo que Alfredo tuviera que asumir toda la responsabilidad en la elaboración de los productos, y en ese primer momento le vinieron al pelo los apuntes que le había pasado Agustín Rozas Ramírez, hermano de su abuela materna, Elisa, y profesional de mucho recorrido en el ramo.
Hijo de José Otero Noriega y de Juana Martín Rozas, Alfredo tiene dos hermanos: Elisa y Pepe.
En 1981, a los veinticinco años de edad, se casó con Carmen Mary González Gómez, nacida en México, hija de Ángel González Alonso (ya fallecido), natural de Hontoria, y de Carmen Gómez Fernández, de Barro. El matrimonio tiene tres hijos: Lucía, casada con Jagoba Mentxaka; Alfredo, casado con Alia Patiño Mones, maestra de escuela, y Nacho; y tres nietos: Simón (hijo de Lucía y Jagoba) y Rodrigo y Lucas (hijos de Alfredo y Alia).
Alfredo Otero Martín y sus hermanos, Elisa y Pepe, son propietarios en la villa de tres acreditadas confiterías: “El Fito”, “Ortegal” y “Guirlache”.
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