viernes, 19 de octubre de 2018

CONCEPCIÓN FERNÁNDEZ MONJE, SOR CONCE, LA DEL ASILO


Mis personajes favoritos (nº 218).

Sor Conce é una de las tres monjinas que quedan nel Asilo (Residencia benéfica Faustino Sobrino). Ya tien preparadas las maletas, al igual que sus dos compañeras. Dentro de pocu, dejarán la que fue su casa durante ciento treinta y tantos años, una institución que é la joya de la corona pa los llaniscos, desde la que las monjinas prestaron un serviciu generosu, total, impagable, y seguramente pocu reconocidu.
Conce, hasta 2015, tenía un par de canarios en la última planta del edificiu de l’ Asilo. Con las primeras claridades del día se-i-os oía por toda la casa, que era una gloria.
Nació en Moscas del Páramo (León) en 1949, jiya de Mariano Fernández del Pozo (peón camineru, natural d’ un pueblu cercanu a La Bañeza) y de María Monje Calvo, de San Martín de Torres, dedicada a criar a sus jiyos y a la labranza. Conce é la séptima de 13 hermanos, de los que quedan 11.
Iba a la escuela, a un kilómetru y mediu, en San Martín, acompañada de la su güela materna, con la que vivía pa jacela compañía. Al morir su padre, fueron todos pa León.
A Conce se-i-despertó la vocación religiosa muy prontu. A los 13 años ya taba jaciendo’ l noviciadu con las pastorinas, en la congregación de León. Entovía siendo lo que llaman “aspirante”, la trajeron un añu al Colegiu de la Divina Pastora de Llanes p’ ayudar. Jacía recaos y tareas de limpieza y echaba una mano nel comedor, al tiempu que recibía clases de música y cultura general. Llegó a conocer a sor Josefina, la monja gallega que s’ ocupaba de la cocina, a sor Auxilio, que enseñaba música, y a sor Luz Divina, la directora, de tan gratu recuerdu pa los llaniscos las tres.
Luego volvió a León pa continuar su formación, y tres años después la destinaron a Córdoba, onde asistía a los enfermos en sus hogares.
De Córdoba, vuelta a Llanes, al edificiu vieju de l’Asilo, onde tá ahora el Centru de Salú, que coexistía con el nuevu. Era’ l añu 1972, y ya estuvo siempre en Llanes, salvu n’ algún períodu en que la mandaban a otros sitios. Venía gente necesitada a pedilas bocadillos, y tóu’ l mundu que llegaba recibía algo que echase a la boca. No había medios como los que hay hoy. Lavaban a los ancianos en bateas. Siempre con cariñu. Siempre con una dedicación total, de 24 horas al día. Ella salía con las hermanas mayores (Josefa, María y Josefina) a pedir por los pueblos. I-os daban patatas, jabas, garbanzos… Iban en tren hasta León y Santander a pedir, y dormían onde las dejaban sitiu pa ello. Estas mujeres quitaron mucha jambre en Llanes. No jicieron más que bien. 

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