Ramón, nacido en la calle
Mayor de Llanes en1928, empezó su oficio de peluquero en junio de 1941, cuando
todavía estaba estudiando en La Arquera. Bien es verdad que, poco antes de eso,
estuvo a punto de convertirse en tejero. Un hermano de su madre, Eliseo Cuevas,
que estaba de encargado de una tejera en La Bañeza, ya tenía preparado todo
para que el rapaz marchara con él a tierras castellanas en las vacaciones
escolares de verano, pero a última hora hubo un cambio de planes. La hermana
mayor de Ramón, Justina, estaba casada con José de la Fuente García, de La
Portilla, quien tenía un hermano, Ramón de la Fuente García, que llevaba una
peluquería en la calle del Castillo, y en seguida metieron a Ramón de aprendiz
en la barbería, para que empezara a ganarse el pan. Ahí se inició para el
chaval una carrera de peluquero que se prolongaría durante cincuenta y dos
años. Ramón suele decir que se libró de ir a la tejera “por los pelos”.
Su güelo paterno, Nicolás
Melijosa Mendiola, marinero, estaba casado con María Gómez. Los de Santander, tenían
cinco hijos: Magdalena, Josefa, Joselito, Manuel y Rosa Melijosa Gómez, todos ellos
nacidos igualmente en capital cántabra. En 1897, Nicolás se trasladó con su
familia a Llanes, para continuar su trabajo de pescador enrolado en alguna
lancha llanisca. Primero vino él solo, para preparar el terreno, y luego lo
hicieron su mujer y sus hijos. Josefa se casaría con Cayetano Herrero ((Tin-Tán),
que serían los padres de dos legendarios marineros llaniscos, Estanislao y
Tisto, y de Raquel; Joselito se casaría con Ángeles Carriles, “la Carrilana”, y
Manuel, con Pilar Cuevas Díaz, “la Parrada”. (Manuel y Pilar serían los padres
de Ramón).
Nicolás quedó viudo en Llanes
y contrajo nuevas nupcias con Justa Portilla Portilla, “la Chuvasca”, de Cue. Fallecería
en 1920.
“La Parrada”, natural de
Piñeres de Pría, había venido a la villa a servir, a la edad de trece años. Tras
casarse con Manuel Melijosa Gómez, la pareja se estableció en la calle Mayor,
en un piso al lado de la callejina de las Brujas, y tuvo siete hijos: Justina,
Manuel (Manolo, “el Parru”), Pilar, Ramón, Ángeles, Josefa y Mariluz, que
fallecería a los siete meses. Era una de aquellas heroicas pescaderas que
recorrían las calles con un cesto de mimbre posado en la cabeza sobre el rueñu,
vendiendo el pescado a voces. Mujeres de remangu, fuertes y valientes que
cogían el tren con su mercancía a cuestas, para venderla por los pueblos y por
las remotas aldeas. Aunque estuvieran a punto de dar a luz, pateaban kilómetros
vendiendo sardinas, bocartes y fanecas, hasta la hora de coger el tren de
vuelta.
En 1946, Ramón conoció a Loli
(la que sería su mujer). Ella tenía catorce años, y él diecinueve. Curiosu, moceru
y muy formal, Ramón no bebía, ni fumaba, no era mal habláu y le gustaba ir
siempre limpio.
Loli vivía en el Cuetu. Su
madre, Gloria Laso Gómez, de La Borbolla, hacía las veces de apoderada de su
cuñado José Díaz, indiano adinerado establecido en Chihuahua (México) y marido
de Teodora Laso Gómez. En nombre de Díaz, Gloria compró a la familia García
Gavito (“los de la Tahona”) el edificio que había diseñado en los años 30 el
arquitecto Joaquín Ortiz como clínica del doctor José María García Gavito.
El histórico inmueble,
desgraciadamente demolido a finales de los 80, había sido durante un breve
tiempo, al acabar la Guerra Civil, instituto de segunda enseñanza. José Díaz lo
convertiría en el glamuroso Hotel México, y pondría al frente de él a Gertrudis
Laso Gómez, casada con José Noriega Fernández, “Peroles”, y hermana de la
suegra de Ramón.
Ramón y Loli se casaron en la
iglesia de Santa María de Llanes y formaron una gran familia, de esas que uno
siempre quiere tener de vecinos. Tuvieron seis hijos: José Ramón, Antonio
Manuel, María Dolores, Alicia, Roberto (que murió de crio) y Gema, así como
siete nietos y siete bisnietos.
Ramón sintió desde joven
vocación de periodista e investigador de la historia local. (Me acuerdo de que
su hermano Manolo “el Parru”, que era muy célebre, le llamaba “Matías Prats”).
Todo lo que lleva recopilado y escrito como autodidacta en su vieja máquina Olimpia
tiene que ver con episodios vividos por él en aquel minúsculo y entrañable universo
llanisco, que en nada, absolutamente en nada, se parecía al Llanes actual. La
xíriga (el lenguaje de los tejeros), de la que es un cualificado experto, es su
tema favorito de conversación. En 1995 publicó un diccionario que es una útil y
solicitada herramienta de apoyo para los estudiosos del asunto. También es
autor de un libro entrañable, “Pequeñas historias de Llanes”, en el que vuelca
con maestría y naturalidad sabrosos recuerdos de una fecunda existencia.
Colaboró en el semanario EL
ORIENTE DE ASTURIAS, y su peluquería, al lado de la librería de Joaquina, era
una universidad popular y un foro en el que, entre aromas de Varon Dandy, fluía
una información sustancial sobre el pasado y el presente de Llanes. Fue también
un riguroso y entusiasta organizador de eventos deportivos (muchos de ellos
relacionados con el ciclismo y los bolos). Puso muy alto el listón (imposible
de igualar hoy, probablemente) cuando organizó con Caja de Ahorros de Asturias
y el eficiente Centro de Iniciativas y Turismo (a cuya directiva pertenecía) el
I Cross CIT “Oriente de Asturias”, en plena Semana Santa de 1979. Una prueba
pionera, perfecta en su diseño y ejecución, de
Hasta hace poco, le veíamos por
la calle con Gemina (un ángel que no puede valerse por sí mismo), andando siempre
despacio, camino de las Malvinas, cuando ya habían fallecido sus hijos varones,
Mon y Toño (tan jóvenes para morir), y Loli, su inseparable compañera de toda
la vida. Murieron los tres, uno detrás de otro, en un corto espacio de tiempo,
y Ramón ha sabido encajar los golpes con resignación cristiana y entereza de
tamargo, o de marinero. En todo momento está muy pendiente (como lo ha estado
siempre) de su hija pequeña, que nunca se duerme por las noches si no está él al
lado de su cama cogiéndole las manos de uñas pintadas (porque Gemina es muy
coqueta, como tiene que ser) y dándole un besín en la frente.
Bendito sea Ramón. Bendita su
estampa. Benditos sus noventa y dos años cumplidos. Bendito su ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario