Mis personajes favoritos (Nº 23).
UN FOTÓGRAFO EN NUESTRA VIDA
Se nos fue el 29 de agosto de 2020 a los 94 años, y hasta el último momento, José Luis fue toda una institución, un discreto paradigma de fotógrafo al servicio de la gente y de la vida. Pertenecía a una familia de San Vicente de la Barquera que se estableció aquí en 1912. Aquel año, llegó su abuelo, Félix Rozas, destinado a la sucursal del Banco de Santander. Venía con su esposa, Amalia Ramírez y con una prole de seis hijos: Francisco, que entonces tenía quince años, Félix, Agustín, Ramón, Carlos (que moriría unos cuantos años después, en un accidente de tráfico) y Elisa. Vivían en el Cuetu, más o menos donde vive ahora los de El Fito. La familia aumentaría con el nacimiento, ya en Llanes, de otros dos hijos: Manola y Ricardo
José Luis Rozas García (1925-2020) era hijo del primogénito, el barbero y fotógrafo Francisco Rozas Ramírez, y de Virtudes García Junco, natural de Pancar. Francisco, que en los años 20 había abierto una barbería frente al puente, al lado del bar Casa Angel, fue testigo de la construcción del Benavente, del Salón Moderno y de la Rula, y autor de fotos esenciales del pasado llanisco. Una de ellas fue la que tomó en agosto de 1931 a bordo del avión del francés Dezmazères: la primera fotografía aérea que se hizo en Llanes, en la quea se ven el Sablón, con dos monolitos de hormigón que aguardaban a ser colocados en la prolongación del espigón y una parte del centro urbano de la villa.
Francisco y y Virtudes tuvieron tres hijos: Paco, José Luis y Mercedes, que es la única que queda, residente en México desde hace muchos años.
Al igual que su hermano Paco, José Luis siguió desde muy joven los pasos de su padre. Empezó su carrera de fotógrafo a principios de la década de los 50, y no paró. Hijo, sobrino, hermano, tío y padre de profesionales de la fotografía, le recordamos zigzagueando en procesiones, romerías, primeras comuniones y bodas, buscando ángulos y perspectivas con la cámara colgada del cuello. Nos retrató de todas las maneras posibles: de cuerpo entero, en primer plano y de perfil, individualmente y en grupo, de críos y de adultos, vestidos de marineros con el misal de tapas de nácar, de porruanu con el palu de avellanu y de recluta.
Siempre le vimos un poco como notario de nuestra vida de llaniscos, dando fe de los pasos vitales y esenciales de cada uno de nosotros.
Se había casado en 1956 con la madrileña Chelo Santander Garrido, que murió antes que él. El matrimonio tuvo cuatro hijos, Rosa, Marián, Chelo y José Luis, que siguen vinculados a la fotografía.
Entre los cientos de instantáneas que guardamos en casa, hay una que nos hizo a su hija Rosa y a mí en la fiesta de la Guía de 1959. Es una improvisada estampa romántica, que sólo él podía captar. “¡Daros un besín!”, sugirió alguien, y Rosa y yo nos pusimos a ello con inocente decisión, quizá sin darnos cuenta de la cantidad de gente que había alrededor.
UNA EXPOSICIÓN PENDIENTE
Hace dos años, comenté a Rosa mi idea de hacer en la Casa de Cultura una exposición sobre la saga de los Rozas. El guión lo tenía yo claro, y los contenidos saldrían del archivo de la familia y de mis propios fondos. Desde el 1 de agosto estoy jubilado, y esa exposición ya no la podré hacer, pero seguro que alguien retomará la idea y conseguirá llevarla a cabo. Es justo y necesario.
(Llanes, 5 de septiembre de 2020).
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