(Foto: Higinio del Río)
Luis Díaz García era un hombre bueno y tranquilo, envuelto en silencios comprensivos ante la contemplación del mundo y de los hombres, y sabía transmitirnos la alegría de la fe, la campechanía y el testimonio de la esperanza en Cristo.
Nació en 1931 en El Cuetu, hijo de Pedro Díaz (un repartidor de la panadería de Regino Muñiz, que moriría en las filas republicanas durante la batalla del Mazucu, en 1937) y de la corita María Teresa García, pero se crió en Cue, en cuya escuela aprendió las primeras letras.
Era sobrino-nieto del fotógrafo Manuel Noriega Mijares, nacido en Cue en 1886 e indiano en México, que en sus fotografías (de bautizos y entierros, romerías, matacíos, mujeres "jilando", emigrantes embarcando, grupos familiares, procesiones y faenas agrícolas) nos legó una colección de gran valor etnográfico.
Luis pasó luego al colegio de La Arquera, y fue cuando le entró la vocación sacerdotal. Don Antonio Moriyón, el sabio sochantre de la parroquia de Santa María de Llanes, metería baza entonces para encauzar los anhelos del rapaz. En 1943, empezó Luis su formación en el seminario de Tapia de Casariego, que continuaría en Valdediós y en Oviedo.
Celebró su primera misa en 1955, en la iglesia de San Román de Cue, e inició el periplo de los dos únicos destinos que tuvo en su vida pastoral: Mieres (parroquia de Santa Marina), donde pasó veinticuatro años, de 1955 a 1979; y Llanes, en cuya parroquia de Santa María tomó el relevo de Gil Ganzaraín.
En la Cuenca, a Luis le tocó vivir de cerca el fragor de las luchas obreras de los años 60 (es hoy el día que aún se le recuerda allí con cariño y gratitud por su apoyo a la gente trabajadora). En el salón parroquial acogía asambleas y encierros, en medio de las huelgas y movilizaciones. Entregado a sus parroquianos, consiguió que la policía no entrara a desalojarlos, y alivió situaciones de auténtica necesidad en las familias mineras.
En Llanes estaría de párroco treinta años, hasta 2008, cumpliendo discreta y eficazmente su misión: hacer comunidad y, sobre todo, atender a los ancianos y a los pobres y visitar a los enfermos; encontrando tiempo, además, para impulsar la Scola Cantorum (el coro parroquial), promover la restauración del retablo mayor, y reparar por completo el órgano de la iglesia.
En 1992 publicó su libro "La parroquia e iglesia de Cue cumplen doscientos años", una obra bien documentada y ya imprescindible para los bibliófilos llaniscos. Aficionado a la música y a la polifonía, y con muy buena voz, compuso, en colaboración con el musicólogo Ramón Sobrino, la soberbia “Misa Llanisca”.
El Ayuntamiento acertó de pleno (porque era un clamor general) al otorgarle el título de Hijo Predilecto, en 2007, y al bautizar con su nombre una calle en el entorno de la Basílica de Santa María, al año siguiente.
Nos gustaba mucho mirarle en la distancia, cuando regresaba a la casa rectoral en solitario, caminando lentamente en la rutina de los atardeceres y de las horas del reloj del campanario.
Don Luis murió en agosto de 2021, a los 90 años. Hasta el último momento estuvo pendiente de él su sobrina, Alicia Díaz Álvarez.
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