Mis personajes favoritos (Nº 265).
“Cañero” y “la Curina” forman parte de un pasado que nos llena de orgullo. Llanes, con sus alegrías y sus penas, vivió una época verdaderamente feliz, y ahí estaba entonces, regentando su bar tienda en Cue, esta bendita y ejemplar pareja.
Aniceto Ruiz García, “Cañero” (1925-2005), nació en La Habana, hijo de Aniceto Ruiz Borbolla, de Boquerizu (Ribadedeva), y de Santa García Portilla, de Cue. Era el menor de cuatro hermanos: Ricardo, que murió en Sudáfrica, Santa, que pasó toda la vida en Cue, Francisco (al que llamaban “Bienes”), que moriría en la Guerra Civil, y Cañero.
Aniceto y Santa vinieron de Cuba con sus hijos en 1929. En plena Gran Depresión. Cañero tenía sólo cuatro años, y el padre, que venía algo enfermo, moriría a los pocos meses de llegar.
Cañero y sus hermanos, que perderían también a su madre en 1935, se criaron en Cue con unas tías que tenían la casa en la Barrera, frente al Castañu.
Rosa María Amieva Herrero, “la Curina” (1931-2019), nació en Cue. Sus padres, José Amieva Noceda (1899-1957), de Meré, y María Josefa Herrero Hano (1904-1974), de Cue, tuvieron cinco hijos, y ella era la tercera: Pedro, María Josefa, Rosa, Concepción (que se casaría con José Ortega suboficial mecánico de la Escuela de Vuela Sin Motor) y Carlos. Esta familia tuvo ramificaciones en México. El hijo mayor y el pequeño, Pedro y Carlos, emigraron allí de bien críos, y allí siguen viviendo.
Cañero y la Curina se casaron en la Iglesia de San Román de Cue en 1958 (tenían 33 y 27 años, respectivamente), y ese mismo año cogieron el traspaso del bar-tienda, que hasta entonces habían regentado los padres de ella. Estuvieron al frente del negocio hasta diciembre de 2001, en una honesta laboriosidad sin tregua que él hacía compatible con su afición a cazar, a pescar y a mariscar. En 1960 nació su primer hijo, Francisco (lo bautizaron así en recuerdo del hermano de Cañero que mataron en la guerra), que murió a los cinco meses. En 1964 les nació el segundo, y le bautizaron con el mismo nombre que al primero, salvando el criterio contrario del párroco, que al principio se negaba a ello en redondo.
El bar era un apacible y pintoresco punto de encuentro. Un Edén poblado por gente con buena sombra, tanto del mismo Cue, como de la villa: Cholo (Francisco Gutiérrez Vallejo), Chuly Misioner (“el Ministro”), Víctor Galán, José Manuel Rugarcía, Paulino Romano, el del Banco Herrero, Pepín Torre (presidente del bando de la Virgen de Guía durante muchos años), Cosmín Menéndez, Mario Izquierdo, el de la Renault, Vicente el Segovianu, Quique, el de la Michelín, Carlos Saras… Un ambiente tranquilo y alegre. Sin parangón. Buen vino blanco de solera. Caldo en invierno. No daban comidas, pero siempre podía salir de la cocina para los clientes, en platinos, una garcillada de la rica comida de casa que estaba trajinando la Curina en el puchero.
(La foto está hecha el último día que estuvo abierto el bar. Aunque no se nos ve, en ella estamos también mi madre, Pilar Pérez Bernot, Pancho, único hijo de Cañero y la Curina, y un servidor).
“Cañero” y “la Curina” forman parte de un pasado que nos llena de orgullo. Llanes, con sus alegrías y sus penas, vivió una época verdaderamente feliz, y ahí estaba entonces, regentando su bar tienda en Cue, esta bendita y ejemplar pareja.
Aniceto Ruiz García, “Cañero” (1925-2005), nació en La Habana, hijo de Aniceto Ruiz Borbolla, de Boquerizu (Ribadedeva), y de Santa García Portilla, de Cue. Era el menor de cuatro hermanos: Ricardo, que murió en Sudáfrica, Santa, que pasó toda la vida en Cue, Francisco (al que llamaban “Bienes”), que moriría en la Guerra Civil, y Cañero.
Aniceto y Santa vinieron de Cuba con sus hijos en 1929. En plena Gran Depresión. Cañero tenía sólo cuatro años, y el padre, que venía algo enfermo, moriría a los pocos meses de llegar.
Cañero y sus hermanos, que perderían también a su madre en 1935, se criaron en Cue con unas tías que tenían la casa en la Barrera, frente al Castañu.
Rosa María Amieva Herrero, “la Curina” (1931-2019), nació en Cue. Sus padres, José Amieva Noceda (1899-1957), de Meré, y María Josefa Herrero Hano (1904-1974), de Cue, tuvieron cinco hijos, y ella era la tercera: Pedro, María Josefa, Rosa, Concepción (que se casaría con José Ortega suboficial mecánico de la Escuela de Vuela Sin Motor) y Carlos. Esta familia tuvo ramificaciones en México. El hijo mayor y el pequeño, Pedro y Carlos, emigraron allí de bien críos, y allí siguen viviendo.
Cañero y la Curina se casaron en la Iglesia de San Román de Cue en 1958 (tenían 33 y 27 años, respectivamente), y ese mismo año cogieron el traspaso del bar-tienda, que hasta entonces habían regentado los padres de ella. Estuvieron al frente del negocio hasta diciembre de 2001, en una honesta laboriosidad sin tregua que él hacía compatible con su afición a cazar, a pescar y a mariscar. En 1960 nació su primer hijo, Francisco (lo bautizaron así en recuerdo del hermano de Cañero que mataron en la guerra), que murió a los cinco meses. En 1964 les nació el segundo, y le bautizaron con el mismo nombre que al primero, salvando el criterio contrario del párroco, que al principio se negaba a ello en redondo.
El bar era un apacible y pintoresco punto de encuentro. Un Edén poblado por gente con buena sombra, tanto del mismo Cue, como de la villa: Cholo (Francisco Gutiérrez Vallejo), Chuly Misioner (“el Ministro”), Víctor Galán, José Manuel Rugarcía, Paulino Romano, el del Banco Herrero, Pepín Torre (presidente del bando de la Virgen de Guía durante muchos años), Cosmín Menéndez, Mario Izquierdo, el de la Renault, Vicente el Segovianu, Quique, el de la Michelín, Carlos Saras… Un ambiente tranquilo y alegre. Sin parangón. Buen vino blanco de solera. Caldo en invierno. No daban comidas, pero siempre podía salir de la cocina para los clientes, en platinos, una garcillada de la rica comida de casa que estaba trajinando la Curina en el puchero.
(La foto está hecha el último día que estuvo abierto el bar. Aunque no se nos ve, en ella estamos también mi madre, Pilar Pérez Bernot, Pancho, único hijo de Cañero y la Curina, y un servidor).
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