Mis personajes favoritos (Nº 188).
Fifi nació nel Cuetu en 1936, jiya d’ Amable Cue Inés, marineru, y de Lola Fuentecilla García, que cosía redes y trabajaba en las fábricas de conservas de San Antón. Empezó de bien cría a ganase el pan con el sudor de su frente, fregando suelos (los de la confitería de Abelardo, por ejemplu) y escaleras y sirviendo en casas. En una d’ ellas, la de Rogelia Gutiérrez Morán, viuda del abogáu y secretariu del Juzgau Luis Manuel González-Carbajal Inclán, conocería a Ricardo, el amor de su vida.
Ya ennoviada con el jiyu de Rogelia, Fifi iría a servir durante dos años en casa de los Zubizarreta, en Oviedo. Al regresu a Llanes fue cuando se casaron.
Fifi é la segunda de cuatro hermanos. La mayor d’ ellos é Conchi, y detrás de Fifi tan Tonín, que canta en l’ Agrupación Coral Conceju de Llanes, y María Dolores, que emigró a Suiza. Todos del bandu de San Roque, a pesar de que su padre era de la Madalena.
Ricardín, que así era como i-decíamos todos, trabajaba nel Juzgau, como’ l su padre, y allí estaba empleáu igualmente su hermanu César, unu de los jugadores más destacaos en la historia del C. D. Llanes. A César i-llamaban fubolísticamente “el Maestru”, por la elegancia y el virtuosismu nel toque del balón. Además d’ él, Ricardo tenía otros dos hermanos: Luis y Lolina, casada con el farmacéuticu Mariano Buj. Simpática y caritativa, Lolina tomaba el fúbol muy a pechu, y desde la grada miraba, con el paraguas en ristre, por la integridá física de su hermanu, en guardia siempre ante los marcajes y las entradas de los defensas rivales, que no solían andar con bromas y a veces metían miedu al embestir al “Maestru”.
Ricardín también era un virtuosu dando-i a la pelota. Lu veíamos en Toró, en solitariu siempre, jaciendo malabarismos y dando toques, con la derecha y con la izquierda, en series interminables, lanzando de vez en cuando el esféricu a las nubes, pa recogelu después con la elegancia de Bobby Charlton (con el que guardaba un ciertu parecidu, no solu por la calvicie, sino también por el estilu serenu y seguru de golpear la pelotina). Pa los críos era tou un espetáculu.
En su viudedá, Fifi tá bien rodeada del cariñu de la su famila: cuatro jiyos (Marijose, Ricardín, Marimar y Reyes, que anda por Oviedo), siete nietos (José, Lucía, María, Ricardo, que é un gran cocineru, distinguidu el su restaurante “El Retiro” de Pancar con una estrella Michelín, na menos, Ángel, Paloma y Gustavo) y dos bisnietos (Sofía y Nerea).
Sigue trabajando con el mismo remangu de siempre. No entiende la vida d’ otru modu. Ahora se la ve trajinar por una juertuca que tien por la zona del Cuartel y plantar patatas y cebar gallinas. “De señorita, nada. Na más limpiar y limpiar, y que Dios nos dé salú pa trabajar”, me diz.
Ya ennoviada con el jiyu de Rogelia, Fifi iría a servir durante dos años en casa de los Zubizarreta, en Oviedo. Al regresu a Llanes fue cuando se casaron.
Fifi é la segunda de cuatro hermanos. La mayor d’ ellos é Conchi, y detrás de Fifi tan Tonín, que canta en l’ Agrupación Coral Conceju de Llanes, y María Dolores, que emigró a Suiza. Todos del bandu de San Roque, a pesar de que su padre era de la Madalena.
Ricardín, que así era como i-decíamos todos, trabajaba nel Juzgau, como’ l su padre, y allí estaba empleáu igualmente su hermanu César, unu de los jugadores más destacaos en la historia del C. D. Llanes. A César i-llamaban fubolísticamente “el Maestru”, por la elegancia y el virtuosismu nel toque del balón. Además d’ él, Ricardo tenía otros dos hermanos: Luis y Lolina, casada con el farmacéuticu Mariano Buj. Simpática y caritativa, Lolina tomaba el fúbol muy a pechu, y desde la grada miraba, con el paraguas en ristre, por la integridá física de su hermanu, en guardia siempre ante los marcajes y las entradas de los defensas rivales, que no solían andar con bromas y a veces metían miedu al embestir al “Maestru”.
Ricardín también era un virtuosu dando-i a la pelota. Lu veíamos en Toró, en solitariu siempre, jaciendo malabarismos y dando toques, con la derecha y con la izquierda, en series interminables, lanzando de vez en cuando el esféricu a las nubes, pa recogelu después con la elegancia de Bobby Charlton (con el que guardaba un ciertu parecidu, no solu por la calvicie, sino también por el estilu serenu y seguru de golpear la pelotina). Pa los críos era tou un espetáculu.
En su viudedá, Fifi tá bien rodeada del cariñu de la su famila: cuatro jiyos (Marijose, Ricardín, Marimar y Reyes, que anda por Oviedo), siete nietos (José, Lucía, María, Ricardo, que é un gran cocineru, distinguidu el su restaurante “El Retiro” de Pancar con una estrella Michelín, na menos, Ángel, Paloma y Gustavo) y dos bisnietos (Sofía y Nerea).
Sigue trabajando con el mismo remangu de siempre. No entiende la vida d’ otru modu. Ahora se la ve trajinar por una juertuca que tien por la zona del Cuartel y plantar patatas y cebar gallinas. “De señorita, nada. Na más limpiar y limpiar, y que Dios nos dé salú pa trabajar”, me diz.
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