domingo, 21 de septiembre de 2014

MANOLO ARRIARÁN GALGUERA


Mis personajes favoritos (Nº 55).

Sin que se note, y sin que él presuma de ello, Manolo Arriarán está en el núcleo de la vida llanisca. En lo que al costumbrismo local se refiere, es una fuente de información de primera categoría. No hace mucho, me dejó una fotografía de su padre y me cantó, para que lo apuntara, “comprendes”, estribillos de viejas canciones familiares.

Anda ya mucho más despacio que antes, con pasos cortos que vienen a andar, o a desandar, las calles intramuros de la villa. Uno se acuerda de cuando, hace unos veinte años, le veía jugar al tenis en las instalaciones deportivas de Las Malvinas, con Pedro Sordo, el de la tienda de la Plaza, como compañero, esmachando y ahuyentando a raquetazos la amenaza del paso de los años y la pérdida de agilidad. Tenía la ilusión de un chaval.
Había nacido en Llanes en 1934. Pintor y comerciante. Siempre con buen carácter, a veces deja ver un punto de ironía que a nadie ofende. Circunstancialmente, sintió la llamada de la política local y cumplió cuatro años como concejal, elegido en la candidatura del Partido Popular. Fue también un digno y constructivo presidente del Club Náutico de Celorio.
Tuvo la suerte de que su esposa, Victoria Amieva Suárez, ya fallecida, era tan vitalista y tan buena gente como él. Victoria había nacido en México, pero con raíces en Torrevega, Puentenuevo. El matrimonio tuvo dos hijas: Siria y Cora.
Manolo era hijo de Ángel Arriarán Hermosilla, el legendario pintor de brocha gorda que se estableció en Llanes en 1914, procedente de Santander, y de Milagros Galguera, de La Portilla.
Su padre era coetáneo de Samuel Calleja, otro célebre e inolvidable pintor.
Ángel Arriarán formó un equipo formidable de pintores, entre los que se encontraba mi tío Pedro Pérez Bernot, el menor de los hijos de Pedro “el Sordu”. Aquella alegre cuadrilla paraba en el bar de María Chin Chín, en la calle Manuel Cue. Frente a un porrón de vino y un queso de Peñamellera, cantaban:
“Entre Arriarán y Samuel van a construir un puente
para coger las angulas que salen en San Vicente...
Arriarán, Arriarán,
tus amigos no te olvidarán.
Es postín, es postín,
ser amigu d’ esti pintorín.
Ángel Arriarán tenía un fiel colaborador, santanderino como él, llamado Demetrio, que era punto y aparte. Un infeliz del que había mucho que aprender. Educado y con aguante de monje tibetano, encarnaba la imagen tópica que se tiene del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. A veces, donde María Chin Chín, había tiparracos abusones que se metían con él. Con santa paciencia, Metrio encajaba las gansadas de los mordias en silencio y miraba para otro lado, hasta que era humanamente imposible aguantar más. Entonces, con una voz herida por la vida y por los hombres, decía: “Si no fuera por la buena educación que uno ha recibido, querido amigo, me cagaba en su puta madre de usted”.
Manuel Arriarán Galguera nos ha dejado el pasado domingo, a los 87 años de edad. Con él desaparecen muchas valiosas vivencias y recuerdos de la pequeña historia de Llanes.



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