jueves, 31 de diciembre de 2020

PEDRO GARCÍA SÁNCHEZ: LA MAR COMO DESTINO


Mis personajes favoritos (Nº 273).
Con Pedro García Sánchez (Llanes, 1948), el popular marinero de raza Pedrín el Dañín, charlo algo cuando voy a la Residencia Faustino Sobrino a ver a mi hermano. Sus piernas ya no son lo que eran. Denotan vaivenes de inseguridad y necesitan el imprescindible apoyo de una cachava. Pero se le ve bien, de otra manera. Con un pitu humeando entre los dedos. Pendiente siempre de todos los que nos acercamos a la verja de la entrada.
Su padre, José García Cabanzo (al que llamaban “el Dañín”), llanisco, era un destacado miembro de la Cofradía de Pescadores. Su madre, Joaquina Sánchez Sánchez, de Vibaño, trabajaba en la SADI, la fábrica de quesos y mantecas de San Antón, y también se ganaría la vida limpiando la oficina de Correos. El matrimonio tuvo tres hijos: Marlene, Jesús, que se estableció en Las Palmas de Gran Canaria, y Pedro. Vivieron un tiempo en la planta baja de la casina de Pedro “el Sordu”, hasta que se trasladaron a una de las viviendas sociales que se construyeron durante los años 50 en el Barriu.
José García Cabanzo cuidaba la embarcación “Don Paco”, del arquitecto Francisco (Paquito) Saro Posada, hijo del que había sido seis veces alcalde don Paco Saro Bernaldo de Quirós. Solían faenar a la cacea, y Paquito le daba un jornal. Compró luego una motorina, la “Marlene”, pintada de rojo, muy apta para salir a la sardina, a calamares y a centollos, al bareque y al palangre.
En los días de la posguerra, que parecía no tener final, Pedro fue a la escuela pública y al colegio de La Arquera, y a los quince años le tocó incorporarse a la mar, para aprender el oficio al lado de su progenitor (quien poseía, primeramentre, una lancha de remo, la “Méndez”, y más tarde la motora de color encarnado que dejaría a su hijo pequeño). Con un prolongado paréntesis: la mili, que cumplió en el Ferrol, por la Marina, al igual que su hermano Chucho.
Lobo solitario como el Tío Pepe (otro marinero ilustre), y muy tímido, soltero empedernido y mocero impenitente. Así fue Pedrín desde joven. Cuando vendió la lancha heredada de su padre, se enroló en la "Eloína", con los hermanos Estanislao y Tisto Herrero Melijosa al timón, y selló de este modo su unión con la mar hasta el final de su vida activa. Pedrín siempre había descartado cualquier otra alternativa de trabajo.


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