Mis personajes favoritos (Nº 304).
La niñez de Ángel Sáez Celorio (Llanes, 1941) se desparramó por rincones castizos de la villa. Hijo de Constantina Sáez Celorio, “la Mascota”, natural de Nueva, y de Félix García Cabanzo, “Felisín”, marinero de Noja (Cantabria) establecido en Llanes en los años 30.
Nació en Las Barqueras, donde eran vecinos de Pepe San Román, y tenía un hermano, Santiago, mayor que él; de allí pasaron a la casina de Titi “el Saritu”, en la esquina de la subida a Cimadevilla desde la dársena; luego vivieron frente al “El Bodegón”, en la Calle Mayor; más tarde, en el Cuetu, en el quinto piso (ellos lo llamaban el “palomar”) de un inmueble delante del “Rompeolas”. No tenían agua, y había que bajar a buscarla a la fuente con calderos. Por último, se cambiaron a una casa también del Cuetu, al lado del Carrocedo, en vecindad con Manuel “Millones” y Canene, donde empieza ahora la senda fluvial a Pancar. En aquella morada fallecería la madre.
Constantina, “la Mascota”, que era oriunda de Pie de la Sierra, supo sobrevivir en tiempos de miseria (paradójicamente, había nacido en el palacio del Conde de la Vega del Sella, del que era cochero su padre). Como otras muchas mujeres, tuvo que ir de noche al “charrangue” a la estación, a robar, por pura necesidad, puñados de carbón de los trenes; trabajó en las fábricas de conservas “La Llanisca” y también en la de Cimino, y fue pescadera. Solía vender el pescado por la zona de La Borbolla, kilómetros a pie, cargada con el cesto en la cabeza. Los conductores de la SADI, que recorrían mucho territorio, paraban y la llevaban en el camión.
En septiembre de 1937 (Guerra Civil), tuvo que escapar de Llanes por un malentendido. Recién llegadas las tropas de Franco a la villa, fue advertida por un falangista de que le convenía salir cuanto antes, porque había gente decidida a ir a por ella. Como pudo, la mujer marchó a Francia, y a su paso por Barcelona, en un bombardeo, perdió la maleta que llevaba. Tardó dos años en poder volver.
“La Mascota” moriría en 1965, a los sesenta y cuatro años de edad, prematuramente envejecida, cuando le faltaban unos meses para empezar a cobrar la pensión de jubilación, que tanta ilusión le hacía.
Al salir de la escuela, Ángel vendía periódicos por la calle. Sorteaba los charcos y los rigores del frío y de la jambre en medio de un ambiente de posguerra, y a los once años, se puso ya a trabajar, en el taller de zapatería de Pancho, el de Cue, al lado del Bar del Muelle, donde aprendió el oficio de zapatero. Estuvo allí hasta los quince años (y había empezado a cotizar a la Seguridad Social a los catorce).
Entró después en la fábrica de baldosas de Pepe Cotera y Lolina Junco Noriega, donde estaba el molino de maíz y la fábrica de hielo, cerca del Lavaderu, y a los veintiún años emigró a Francia. Trabajaría, primeramente, en una fábrica de calzado de Ruffec, y a continuación se trasladó a París A lo largo de unos diez años, desempeñó varios trabajos en la ciudad del Sena: atendió a un matrimonio mayor; estuvo en una empresa de limpieza; fue cocinero de un restaurante y operario de una empresa textil, donde aprendió confección.
Conocería a María Dolores Prada Sánchez, una moza de la comarca de Valdeorras (Orense), que había ido a visitar a una hermana establecida allí y novia de un amigo de él. En seguida empezaron a salir juntos las dos parejas y, al cabo de seis meses, Ángel y Loli se fueron a casar en la iglesia de Santa Eulalia de Limodres, La Coruña.
En París, el nuevo matrimonio empezó a trabajar por cuenta propia para un comercio de tejidos. Les fue bien, pero al cabo de nueves años decidieron probar fortuna en La Coruña, en el mismo ramo de la confección. En la capital coruñesa, donde viven desde entonces, Ángel y Loli se dedicarían después a la hostelería (regentaron un restaurante en sociedad con otras personas, al principio, y luego se establecieron en otro local los dos solos). Cuando traspasaron el negocio, él entró de camarero en una buena discoteca, y allí se jubiló.
Tienen dos hijos, Juan Manuel y Constantino José, y dos nietas, Laura y Marina. Son del bando de la Guía, y vienen siempre a Llanes unos días en septiembre.
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