lunes, 11 de febrero de 2019

MAXIMILIANO (MAXI, PA LOS AMIGOS), UN VECINU TRANQUILU


Mis personajes favoritos (nº 226).
Turistas y lugareños, aquí anda tou quisqui descalzonáu, con prisas y con cara de mala hostia, y el nuestru amigu Maximiliano (Llanes, 2010), Maxi pa los amigos, é un pocu' l contrapuntu a tou esi ruidosu gallineru circundante.
Maxi, que nació’ n la calle Román Romano, é chiquitucu, discretu, muy tranquilu, sabe saborear los buenos momentos de la vida y disfruta juntu al su dueñu (que é su mejor amigu) de diarios paseos por la senda fluvial a Pancar, el Rinconín, Toró y San Pedro. Son, los dos, andarines de marca mayor (en diciembre pasáu recorrieron 250 kilómetros juntos) y a veces jacen también rutas de montaña (fueron una vez hasta la base del Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes, qu’ eso manca.
Los sus dueños son Oli Noriega Martínez, de La Borbolla, y Jose Ramón Alloza Suárez, de Ribadesella, que i-pusieron el nombre en cuantu i-os llegó l' animalín como regalu a casa. “¿Qué nombre i-ponemos?”, se dijo la pareja, que consultó’ l santoral y vio qu’ esi día era la festividá de San Maximiliano. Un nombre muy guapu. Maximiliano i-quedó al perrín.
Lo que más llama l’ atención en Maxi son los sus ojos, negros como l' azabache, grandes, expresivos a más no poder. Ojos llenos d’ humanidá, con los que jabla y transmite sentimientos.
A diariu, José Ramón Alloza y él alternan nel bar del Casino, un sitiu d’ ambiente muy llaniscu. El perrín, s' acomoda nun rincón, sin dar la lata, observando con atención el paisaje y el paisanaje. Hasta las tres en puntu, que é cuando el chigreru, Ramón Llada, “Barullos”, coge una bandeja metálica y repica n’ ella con una cuchara. É la señal de que tou’ l mundu tien que arrancar ya pa casa. Maxi, que s’ entiende muy bien con Barullos, se levanta como un tiru y suelta un ladridu breve y enérgicu, encarándose a los parroquianos qu’ entovía tán de palique nel local. No hay más que jablar. El ladridu é irrevocable y marca’ l desaloju instantáneu. Salen los paisanos. Salen Maxi y José Ramón. Queda’ l bar vacíu, y Barullos echa entonces el cierre hasta las siete la tarde. Así todos los días.

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