Mis personajes favoritos (nº 213).
La vida de Manolo, “Garci", tuvo mucho que ver con aquella villa de Llanes de antes, recogida, treinta veces más pequeña que la de ahora, y muchísimo más plácida y familiar, en la que todos nos conocíamos y nos reconocíamos. En la planta baja de la casa de sus padres, en la Avenida de la Paz, estaba el garaje “España”, de Miguel Valero, uno de cuyos hijos, Rodrigo, trabajaba como conductor de uno de los camiones de transporte que tenía José Gonzalo Fernández, el de la Nestlé. (Rodrigo, vecino nuestro en la calle Manuel Cue, murió en un accidente de tráfico en Herrera de Pisuerga, arrollado por un tren, y aquella terrible noticia causó una conmoción entre los llaniscos).
Manolo era el hijo único de Manuel García Noriega, de Cue, conocido como “Garci”, dueño de una fábrica de gaseosas y sifones, y de Avelina Toribio Pardo, de Villanueva de Villaescusa (provincia de Santander), que ayudaba a su marido en numerosas tareas, incluso en la carga y descarga de la furgoneta. Alquilaban habitaciones en verano, y los primeros veraneantes que tuvieron, hace de esto más de sesenta años, fueron Carlos Casado y Pepita Martínez, de Madrid, con sus dos hijos y la abuela, la señora Pepa. Inquilinos, fieles y entrañables, de muchas temporadas. Desde el principio, esta familia se haría buena clienta y amiga de Pilarina Pérez Bernot, la de la tienda de comestibles “La Pilarica”, en la calle Mayor, también muy cercana desde siempre a Manolo y a sus padres.
Manolo García Toribio había nacido en aquella casa de la Paz, en 1948. Hizo la Primera Comunión el día de la fiesta de San Antonio, en Cue, y el sacerdote que ofició la Misa fue, nada más y nada menos, don Luis Díaz García, que se estrenaba como cura, precisamente, en aquella ocasión.
La madre de don Luis era hermana del padre de Manolo. Tenían un pariente, Manuel Noriega, corito emigrante en México y gran aficionado a la fotografía, que en los años 20 y 30, cuando volvía a su localidad natal de vacaciones, fotografiaba todo lo que veía, deseoso de objetivar las emociones que sentía en su patria chica: las figuras de sus padres, las celebraciones tradicionales, los vecinos, los paisajes, las benditas tareas de la labranza y de la ganadería, la matanza del gochu, la bolera de la Vega de la Portilla, los entierros y las bodas.
Manolo “Garci” no pudo estudiar mucho. Había que trabajar, ayudando en el negocio del padre.
En 1969, al cumplir los 23 años, se casó con Teresa García Granda en Villanueva de Pría, de donde era ella, en la capilla de la Magdalena. Los casó su primo carnal don Luis, claro, y hacía unos meses que había fallecido su padre, Garci, a los 52 años.
Completó, como pudo, dos cursos del bachillerato nocturno en el Instituto, mientras seguía con la fábrica de gaseosas y sifones e iba cogiendo la distribución de muchas marcas de bebidas: cervezas Cruz Blanca y El Águila Negra; Coca-Cola; Bodegas Faustino; Agua de Borines; Schweppes, Pepsi-Cola, Kas…
Su esposa, Tere, que falleció en 1996, fue siempre un apoyo fundamental para él. Tuvieron tres hijos: Maite, Manuel y Pablo.
Tenía el almacén en la casa familiar de Avenida de la Paz, donde lo había puesto en marcha su padre. Después vendió el inmueble y se trasladó a un local en La Pereda; más tarde, a Poo, y, finalmente, a Pancar. Aquí es donde se ubica la flamante sede del negocio “Exclusivas Garci”.
Manolo poseís perros, caballos, ovejas y canarios, y alentaba una afición tremenda a la cinegética. Había empezado a cazar a los 13 años con Pepe el Marqués y Carlos Saras. Con Jaime, el de la ferretería Sobrado, iba a menudo a la reserva del Saja y a la parte de Cabrales y Villaviciosa, al jabalí. Le quedaba la señal del accidente que sufrió una vez, cuando se le disparó la escopeta y perdió dos dedos de una mano.
Últimamente, cernía menos.
Hoy, 22 de marzo de 2022, Manolo falleció. Tenía unos buenos hijos, cuatro nietos (Cristina, Jana, Manuel y Valeria), un bisnieto (Matías), 73 años y una vida bien vivida.
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