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martes, 16 de octubre de 2018

AMABLE CANTERO VALLADO, EL DE LA BEDÓN


Mis personajes favoritos (nº 217).

Siempre i-tiró’ l sacerdociu. Sintió la vocación religiosa desde críu, pero i-daba miedu lo de tener que predicar. Así que nada. Además, a su madre no i-hubiera gustáu velu de sacerdote, a pesar de que era devota cristiana. De jechu, cuando los hermanos de La Salle querían animalu a ir con ellos, ella se negó en redondu: “del hiju míu no me separo”, decía.
Amable Fernando Cantero Vallado (Balmori, 1928), jiyu d’ Amable y de Fernanda, ambos de Balmori, tenía un hermanu, Ángel Custodio, que murió bastante joven. El padre trabajó en muchas cosas, entre otras, de chófer: lo fue primeru d’ Angel Toriello, y luego, en Oviedo, d’ altos cargos de la Electra Bedón.
Amable jizo los primeros estudios en Balmori, claru, nel colegiu de las monjas y en la escuela nacional. En 1939, empezó en L’ Arquera. Pa d’ ir a clase, andaba todos los días 16 kilómetros, ida y vuelta, desde Balmori. Así, cinco cursos. Luego vino’ l Peritaje Mercantil n’ Oviedo, pa cuyu ingresu lu había preparáu en Posada Luis Carrera Buergo.
Un mandamás de la Bedón, Ramón Muñoz, que era profesor de la Escuela de Comerciu, lu metió a trabajar en cuantu vio l’ expediente académicu del rapaz de Balmori. Era l’ añu 1948 y Amable tenía 19 años. No lu jicieron ni examen pa entrar.
Trabajaría en la Bedón 45 años y cuatro meses, sábados y domingos incluidos. Casi siempre en Llanes, onde tenía la oficina nel baju que había ocupáu el míticu “Bazar X”, de la familia Morán, durante la Segunda República. Comía y cenaba todos los días en “La Gloria”. En la misma mesa siempre.
Sólu en contadas ocasiones salió de la su oficina a trabajar esporádicamente n’ algunos sitios, pa dar vacaciones a compañeros, en Moreda, Pola Lena y Mieres, por ejemplu. É un paradigma de fidelidá absoluta a la empresa, de rectitud inquebrantable como persona, d’ honradez sin mancha, educáu a más no poder, buena gente onde la jaya y parroquianu de misa diaria. Se quedó solteru porque él quiso (ocasiones pa emparejase con una buena mujer no i-faltaron).
A Amable lu acabaron nombrando administrador de la sección de Llanes, que comprendía un territoriu muy extensu: Llanes, Cabrales, las dos Peñamelleras, Ribadedeva, Val de San Vicente, La Masón y Liébana. En sus muchos años de serviciu, se iba a menudu la luz en inviernu, y no cesaban los apagones de duración indeterminada a causa de los temporales. El teléfonu echaba jumu, y él, siempre al pie del cañón, daba parte y resolvía las cosas sobre la marcha.
Hay un episodiu que i-pasó, y que ya conté n’ un artículu en LA NUEVA ESPAÑA: una noche lu telefonearon a La Gloria mientras estaba cenando. Era una mujer, que por el tonu de voz parecía tar muy agobiada, como un pocu fuera de sí. Coge l’ aparatu Amable y ella le diz: “¡Amable del alma, mándame un hombre lo más prontu que puedas, por amor de Dios, que estoy desesperada! ¡Ya no puedo más! ¡Que llevo dos noches apañándome con una triste vela!” 

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